“Abuela, ¿por qué lloras?”. “es que me duele el alma mi niño”, respondió mi vecina de origen venezolano a su nieto adolescente, quien preocupado trataba de consolarla.
Solidaridad es lo que más necesitan ahora los venezolanos que aún permanecen en su país. Y los casi 8 millones de ellos que de acuerdo con los datos de la Agencia de la ONU para los refugiados, han migrado a otros países buscando protección y una vida mejor.
Hace unas semanas hablábamos en este espacio sobre la importancia de generar cultura política y de asumir el compromiso que como ciudadanos tenemos de transformar el destino de nuestros países. Pero ante situaciones como lo ocurrido con el fraude electoral en Venezuela, todas esas reflexiones parecen quedarse en ilusión.
Debe reconocerse que esta vez el pueblo se movilizó de manera masiva y contundente esperanzado en un cambio que ahora algunos creen no llegará.
Como dice un refrán de la tradición latina. “No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista”. Claro que sí se puede y siempre habrá esperanza de que las cosas cambien.
La historia da cuenta de muchos casos de naciones que durante décadas han resistido regímenes autoritarios sin que nada pase y ante los ojos indiferentes de la comunidad internacional.
El gobernante no monarca vivo que se ha instaurado en el poder en la dictadura más larga vigente en el mundo hoy, es Paul Biya. Quien asumió desde 1975 cuando inició como primer ministro de Camerún. Es decir más de 49 años, y ha sido reelecto en cuatro ocasiones a pesar de graves denuncias de corrupción, fraude y delitos contra la humanidad.

Le sigue Teodoro Nguema, presidente de la República de Guinea Ecuatorial. Desde agosto de 1979, hace 44 años, y considerado por gran parte de la comunidad internacional como uno de los dictadores más corruptos.
Debe entenderse que detrás de todo conflicto político internacional hay intereses de orden económico de otras naciones. Que aprovechan las circunstancias para generar acuerdos y negociaciones. En los que no necesariamente son los ciudadanos y sus necesidades lo que interesa, sino los recursos de la nación.
Es indudable que lo ocurrido en Venezuela también es una crisis humanitaria a la que, si la comunidad internacional no le presta atención. Deberá asumir las consecuencias y la disposición de recursos para atender y acoger a más refugiados y migrantes.
Esta es una oportunidad para unirse para presionar y acorralar hasta que la democracia y la voluntad del pueblo se imponga.
Ahora, las redes sociales pueden ser aprovechadas como una de las mejores estrategias. Y una de las armas más poderosas para disuadir, denunciar, visibilizar, generar opinión pública, movilizar, unir y transformar.
Los venezolanos hoy, en su mayoría, son un ejemplo de resistencia, de resiliencia, de lealtad y compromiso con su nación. De valentía por hacer respetar sus derechos, por poner una vez más su nación en la agenda pública mundial para intentar contener la indiferencia y transformarla en solidaridad.
Hoy, son más los países que se han unido a las voces de indignación y preocupación por lo ocurrido y eso ya es un logro importante y una victoria irrefutable.

Imagen: NDN