El respeto, la buena educación y la tolerancia, parecen ser valores y características del comportamiento que se han perdido en las relaciones humanas actuales.
Haciendo un análisis de los sucesos de los últimos días, todos tienen que ver con la educación, que es un derecho universal que está perdiendo la importancia que tiene para la evolución de la humanidad y el desarrollo integral de las personas.
Cuando a escasos días de las elecciones, persiste el intercambio de insultos, difamaciones y ataques entre los oponentes, se está dando un mal ejemplo a los electores de lo que debe ser el respeto y la decencia.
El sensacionalismo y acoso delos medios a un padre que llora la muerte de su hijo en condiciones lamentables, el desequilibrio mental de quienes en situaciones inexplicables atacan a otros, o las excentricidades de algunos que muchos quieren imitar, son una evidencia de la mala educación que abunda actualmente.
Sin importar la época en la que se viva, ni la generación en la que se nace, la educación es una necesidad para relacionarse con el mundo. El acelerado ritmo de la vida moderna en la que los padres deben trabajar, dejando a sus hijos al cuidado de otros, exige romper paradigmas heredados de tradiciones culturales de origen.

Actualmente son pocos los hogares que pueden darse el lujo de pagar una niñera o una cuidadora del hogar.
La buena educación más allá de la que se imparte en las aulas de clase, debe iniciar en casa y son las nuevas generaciones y las futuras, las que se están terminando de formar como ciudadanos de un mundo que cada vez es más exigente, diverso, dinámico y tecnológico.
“Los hijos llegan al mundo a través de uno, pero al final, son para el mundo”, dice una terapeuta de familia. Esta afirmación que muchos se niegan a aceptar tiene sentido si se trata de reconocer que los contextos en los que los niños están creciendo han evolucionado y se han transformado en escenarios más diversos y en permanente cambio.
Es el temor ante estos cambios, lo que lleva a muchos padres a educar desde lo que ellos vivieron porque no quieren que sus hijos sufran lo mismo que ellos pasaron. Ahora, los padres se debaten entre el control excesivo y la permisividad sin límites, la sobreprotección o la indiferencia.
La mala crianza no es nada distinto a sobre protegerlos y excederse en concesiones.
Los niños malcriados generalmente educados desde las carencias y frustraciones de los padres. Los niños mal educados tienen más probabilidades de ser adultos vulnerables, indecisos, incompetentes y dependientes.
El reto de una buena educación en todos los ámbitos siempre deberá buscar un equilibrio entre el amor, la disciplina y el apoyo que posibilite a los menores y jóvenes de ahora ser personas autónomas, sin dependencias, con la autoestima y la fortaleza suficiente para definir sus propios proyectos de vida. Por eso, educar desde el derroche, es un extremo que puede reducir las capacidades de los menores para ser individuos competentes y felices.
Ningún padre quiere que a sus hijos les pase nada, pero la mejor manera de protegerlos es apoyarlos en su proceso de crecimiento, compartiendo las situaciones positivas y otras no tanto, los riesgos y oportunidades que les permitirán desarrollar las herramientas para afrontar el mundo.
Una persona no es bien educada sólo porque tiene muchos títulos universitarios, se formó en los mejores colegios, o porque se le concedieron todas sus exigencias.
La buena o mala educación radica en respetar los principios y valores que se heredan del hogar, en multiplicar el ejemplo que se recibió de la familia y en saber tomar decisiones que, aunque no siempre sean acertadas, servirán para crecer, madurar y aprender a relacionarse con los otros desde el respeto a la diferencia, con solidaridad y tolerancia..
Omaira Martínez
Periodista colombiana [email protected]
Imagen: Educrea