Después de los últimos meses muy dinámicos e intensos de campañas políticas, desastres naturales y altibajos en la inflación, llegamos al mes de la gratitud y a las puertas de un año que se va y la víspera de uno nuevo que llegará.
Para mí, Noviembre es uno de los mejores meses, y una temporada adecuada para reiterar sobre la necesidad de practicar cada vez más uno de los sentimientos y actitudes más saludables que tenemos que es el de la Gratitud.
GRACIAS es una de las palabras más universales que tiene el vocabulario en todas las lenguas y culturas. Su sentido y significado no depende de diferencias ideológicas, culturales, geográficas o de otra índole.
La gratitud es un sentimiento universal cargado del poder necesario para convocar, unir, movilizar, transformar y desarmar la negatividad y desesperanza de quienes prefieren la queja que el agradecimiento.

Nunca hay que cansarse de agradecer y de promover la gratitud como una de las mejores terapias para ser felices y generar bienestar. Aunque parece fácil de practicar, cada vez se diluyen más momentos de gratitud entre los afanes del mundo moderno donde importa más lo material.
Ahora parece que son más los ingratos que se quejan de sus carencias y las dificultades del diario vivir.
La ingratitud y no reconocer las oportunidades y los aprendizajes que ofrecen los obstáculos cotidianos. Es ceder el paso a una subsistencia cargada de frustraciones, malas energías y negatividad.
No practicar la gratitud es un camino seguro a la inconformidad porque quien se centra en lo que le falta y no en lo que tiene así parezca poco, corre el riesgo de llevar una vida infeliz.
Entender que la gratitud es mucho más que decir gracias o devolver favores. Es el primer paso para convivir pacíficamente y sentirse integrados a una sociedad.
El agradecimiento no se manifiesta sólo cuando se recibe un beneficio, debe ser una actitud constante en la vida cotidiana. Además de ser un gesto de cortesía, expresa humildad, respeto y consideración con los demás.

Como ya lo habíamos expresado en otros artículos, el agradecimiento que se expresa sin hipocresía, pero con sentido. Tiene el poder de desarmar los espíritus de tantos temores, prejuicios y malas intenciones.
Así que más allá de las festividades y el intercambio de obsequios. Hay que prepararse con entusiasmo, energía positiva y mucha esperanza, a practicar la gratitud como un hábito diario y permanente.
Agradecer por todo nunca está de más. Así sean las dificultades, o las mejores cosas, una buena cosecha o una siembra sin frutos, la tradición popular nos enseña que “todo ocurre por algo” y hay que recibirlo con gratitud.
Despertar cada día agradeciendo el nuevo amanecer y todas las situaciones que con él llegan, es la mejor medicina para ser felices y propiciar una convivencia más pacífica con los demás.
Por: Omaira Martínez
Periodista colombiana
Imagen: Altonivel