Frases populares como “después de la tormenta siempre llega la calma”, y “la esperanza es lo último que se pierde”, aunque parecen trilladas para muchos, hoy son realidad.
Por Omaira Martínez – Periodista colombiana
Creo que una de las escenas más conmovedoras que puede vivirse es la del reencuentro con su familia de quien haya estado retenido, secuestrado, activo en un conflicto armado o ha estado privado de la libertad.
Sobran las palabras cuando las buenas noticias que a veces parecen tardar tanto llegan para renovar y reactivar la esperanza de que sí es posible una convivencia más pacífica.
Hablar de paz en estos tiempos de caos es una odisea si se tiene en cuenta que la paz total que algunos promueven no es posible en un orden mundial tan diverso en el que casi todos compiten por los mismos intereses: poder, control, dinero y reconocimiento.
Una frase célebre dice que la paz no es la ausencia de conflicto sino la capacidad de afrontarlo. Lo que sí es posible es una convivencia con acuerdos en los que todos puedan intercambiar beneficios sin atentar contra los intereses generales o comunes.
Suena sencillo, pero las circunstancias y los recientes conflictos nos han demostrado la complejidad de las relaciones humanas cuando se empeñan en sacar provecho para satisfacer intereses individuales.
Más allá de las ideologías, y los enfrentamientos entre naciones por recursos, control de territorio y reconocimiento político, está la necesidad de subsistencia de la humanidad que debe afrontar las consecuencias de guerras y conflictos que a veces no se entienden ni importan a la mayoría.

Siempre he opinado que la convivencia con los otros en cualquier ámbito sea el familiar, el comunitario, con el que piensa distinto o es de otra cultura, es uno de los desafíos más complejos que enfrentamos.
Es por lo que hay que prepararse para enfrentarlo con la disposición y la capacidad para entender los intereses que motivan a los rivales u oponentes. Debe reconocerse además que siempre habrá consecuencias y perdidas nefastas e irreversibles.
La indiferencia y falta de solidaridad de quienes no están involucrados directamente en un conflicto es una de manifestaciones más evidentes del mundo moderno que no se concientiza aún del impacto que cualquier desacuerdo por lejano que sea puede tener en la estabilidad global. Una convivencia pacífica se construye a partir de la voluntad de las partes involucradas, y concretar el deseo de convivir tranquilamente es un proceso de negociación en el que cada uno debe delimitar hasta dónde está dispuesto a ceder.
La historia nos ha enseñado que es posible después de un conflicto un nuevo comienzo, que la humanidad, aunque frágil, se fortalece después de las crisis, es más resistente y resiliente. Que sí se puede pasar del temor a la esperanza.
Paz y fortaleza para las familias de quienes perdieron su vida en los enfrentamientos entre israelíes y palestinos. En hora buena y merecido reconocimiento para María Corina Machado, ganadora del premio Nobel de Paz que ha demostrado que se puede hacer oposición sin violencia y que ha devuelto la esperanza a sus compatriotas en un futuro más alentador.

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