Es indiscutible el poder de movilización que tiene el deporte, así como los beneficios que ofrece para llevar una vida saludable.
El deporte hace parte de la cultura de los pueblos y sin importar cuál sea el que se practique, tiene la poderosa capacidad de unir a los ciudadanos sin importar las diferencias ideológicas.
Los aficionados a un deporte o a un equipo en especial son los que alimentan la esperanza en naciones que a veces pasan por crisis, y se aferran al deporte como un bálsamo para calmar las tensiones.
A pocos días de iniciar la Copa América de fútbol que se hará aquí en el país, así como el inicio de los Juegos Olímpicos en París, se siente ya el ambiente caluroso de la fanaticada vestida de colores.
Todos los deportes le han dado grandes alegrías a nuestros países en momentos de crisis.
El poder del deporte no solo trasciende fronteras, sino que también dinamiza las economías locales gracias a la fanaticada y los aficionados que han construido rentables marcas en torno a sus equipos o sus deportistas preferidos.
Infortunadamente, por décadas el deporte ha sido subvalorado en muchos países, como mi natal Colombia, donde todavía no se reconoce el valor de nuestros deportistas, que le han dado grandes glorias al país.
Especialmente en la creación de políticas públicas y en la asignación de más recursos para el fomento y la formación deportiva.
Muy pocas naciones tienen un ministerio o una entidad pública gubernamental que se dedique a este fomento.

Y no en todos los sistemas educativos, está estipulado el deporte como una asignatura obligatoria.
Las escuelas de formación deportiva incluso a nivel de Doctorado son relativamente nuevas y por eso, las primeras escuelas se conformaron con aficionados que practicaban en las calles sin ninguna técnica.
Persisten aún los desinformados escépticos que todavía creen que el deporte no amerita estudiarse, que es una habilidad con la que se nace.
Por supuesto que se puede tener la habilidad, pero hay que formarla con técnica y toda una infraestructura educativa, más allá de los escenarios informales.
Trascender el deporte más allá de la marca y de los hinchas y fanáticos, debería ser un propósito de los gobiernos para cambiar la percepción entre sus ciudadanos.
Podría ser una de las mejores estrategias para movilizar en torno a cambios políticos e ideológicos de un país, sin utilizarlo como bandera en campañas políticas, sino aprovechando toda su capacidad de movilizar los intereses de la ciudadanía en torno a una emoción que una y transforme las expectativas de las personas hacia una visión de optimismo, esperanza y alegría.
Ojalá creamos más en el poder transformador del deporte sin excesos, diferencias, rivalidades ni fanatismos nocivos.
El deporte es para unir y no para dividir. Que nuestro deporte nos identifique y que nuestros deportistas puedan ser profetas en su tierra y no tengan que migrar para buscar más apoyo.
Ese sería el mejor triunfo para esos deportistas, equipos, fanáticos, directivos y gobiernos que han sido por años fieles a su pasión, como los de la ciudad colombiana de Bucaramanga, donde su equipo de fútbol y sus seguidores esperaron 27 años para ganar la primera estrella en el torneo nacional.
¡Felicitaciones Búcaros!

Por Omaira Martínez Cardona – Periodista Colombiana
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Imagen: Bucaros