La historia de Jonas Vingegaard (26 años) cuenta con todos los ingredientes para verse inmortalizada en una película de Hollywood.
Si en vez de ser danés fuera estadounidense el cineasta Oliver Stone ya hubiera centrado una historia del séptimo arte en él. Natural de Hillerslev, un pueblo de 370 almas al noroeste de Dinamarca, en la región de Nordjylland. Jonas Vingegaard ha ido poco a poco llamando a la puerta del éxito en el ciclismo. Desde que en el 2015 corría en el Odder CK hasta ser capaz de ganar dos ediciones del Tour de Francia y de hacerlo además este año con una superioridad aplastante.
Dicen que lo fácil no es llegar, sino mantenerse, pero Jonas ha demostrado no tener miedo al vértigo para vencer con autoridad la 110ª edición de la carrera y afirmar además con la boca pequeña. No es una persona muy habladora y destaca por su carácter introvertido– que quiere volver a ganar el Tour el año que viene. Un triplete que no se produce en la mejor carrera ciclista desde los tiempos del mejor Chris Froome (2015-2017). Se hablaba mucho de la era Pogacar en el Tour y cuando parecía que Tadej iba a marcar una era llegó un vikingo escuálido, blanquito y de estatura normalita (1,75 m.) del frío para cambiar la historia.
De joven le gustaba fútbol y especialmente el Liverpool. Pero ya persiguiendo un balón se enfrentaba a un hándicap con el que tuvo que lidiar como corredor: la estatura
Probablemente la tenacidad le vino a Jonas de las varias puertas que se le cerraron de joven. Y de las muchas horas que pasó limpiando pescado en la granja de pescado que su padre tenía en Hansthlom. Como muchos niños, el joven Jonas Vingegaard quería ser futbolista, le gustaba el Liverpool, pero ya persiguiendo un balón se enfrentaba a un hándicap con el que tuvo que lidiar como corredor: la estatura. Y es que “era tan bajito que nadie me pasaba la pelota y tampoco lo hacía demasiado bien”, recordaba en su día.

Poco después, y por sorpresa, encontraría su verdadera pasión un día que su padre le llevó a ver una etapa de la Vuelta Dinamarca cerca de su pueblo. “Me gustó tanto que ya les dije a mis padres que quería ser ciclista”.
Su primer club fue el ‘The CycleRing’. De nuevo, tuvo que vencer a los escépticos. “Le costaba destacar y no ganaba nunca. Pesaba tan poco que los entrenadores tenían miedo que el viento lo tirara”, recordaba su padre. Pero él no arrojó la toalla y los viajes en autocaravana de adolescente con sus padres. Claus y Karina, a los Alpes acabaron cimentando su condición ciclista.
Su padre lo tuvo claro en las salidas que hacían juntos: “En lo que yo tardaba en llegar a la cima, Jonas subía y bajaba hasta cinco veces”. Su vida cambió en el verano de 2018, cuando un cazatalentos del equipo Jumbo le fichó del Team ColoQuick. Arriesgaron y acertaron.
En sus primeras incursiones en el ciclismo le costaba destacar y no ganaba nunca. Pesaba tan poco que los entrenadores tenían miedo que el viento lo tirara
Educado, sensible –no pudo evitar las lágrimas en el Critérium del Dauphiné. Con el atentado de un desalmado en un parque infantil de Annecy, “mi familia estaba allí y vamos a menudo a Annecy”–, Vingegaard es una persona familiar, que se rodea de los suyos y sus seres queridos son su pilar.
Sus padres se han desplazado este año al Tour en autocaravana como antaño y su pareja Trine Hansen. Once años mayor que él y que trabajaba en el departamento de márketing en el equipo en el que creció. Junto a su hija de dos años Frida le han esperado religiosamente al finalizar las etapas del Tour para darle un beso y fundirse en un cariñoso abrazo. Son una familia feliz.
Imagen: Mundo Deportivo
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